Estas Navidades me he propuesto la tarea de desvelar y dar respuestas a muchos de los secretos que se esconden tras La Navidad. Como todos sabéis, el 31 de diciembre es el último día del año y el comienzo de una noche interminable, llena de alegría y de buen humor. La fiesta de Nochevieja se organiza generalmente entre amigos, en familia, impacientes por pronunciar la famosa frase: «¡feliz año!».
Nuestro calendario empieza el 1 de enero y termina el último día de diciembre. Pero no siempre fue así, ¿sabéis por qué? La razón de que la Nochevieja sea la del 31 de diciembre, tiene su origen en un hecho bélico: la guerra que declaró Roma contra los Belos, la etnia de Segeda —actual término municipal de Mara, en la provincia de Zaragoza—.
Según muchos historiadores, en el año 179 a.C., la ciudad de Segeda y Roma sellaron un acuerdo de paz. Pero en el año 154 a.C., Segeda inició la ampliación de sus murallas, que llegaron a alcanzar unos 8 Kms. Y Roma lo interpretó como una acción hostil que atentaba al pacto de paz que habían firmado. Así que, 25 años después de aquel acuerdo, la paz se rompió y Roma declaró la guerra.
¿Era tan importante Segeda para el Senado romano como para declararles la guerra? Algunas crónicas de la época se refieren a Segeda como «grande y poderosa». Era la capital de los Belos, controlaba un amplio territorio que abarcaba a varias de las actuales provincias españolas y, entre sus privilegios, tenía el de acuñar moneda, lo que a su vez era una clara muestra del poder social y económico que tenía esa ciudad.
La operación bélica de Roma contra Segeda fue de una gran dimensión. El ejército que movilizó Roma fue inusual, 30.000 hombres, el doble de lo que hasta entonces era habitual en las contiendas de la Península. La importancia que adquirió el conflicto hizo que el Senado romano decidiera nombrar a un cónsul, en vez de un pretor, para dirigir la operación bélica.
¿Y que tiene que ver esto con nuestro calendario? Hasta entonces —y ahí está la razón de que la Nochevieja caiga el 31 de diciembre— el año administrativo en los dominios de Roma acababa el 14 de marzo; y lo que hoy es el día de Año nuevo tocaba el 15 de marzo, jornada en la que arrancaba el calendario y en la que se elegían a los cónsules. Así que, para ganar tiempo, tomó la rotunda decisión de cambiar el calendario político-administrativo que había regido hasta
entonces el mundo occidental.
En vez de esperar al 15 de marzo para elegir a los cónsules, el Senado romano decidió hacerlo de inmediato, y cayó el 1 de enero. De esa forma, la operación militar se podía desarrollar a principios de verano. Si hubieran esperado al 15 de marzo para elegir al cónsul, los preparativos habrían demorado la maquinaria bélica hasta el invierno. Y los romanos sabían bien lo cruda que es esa época del año en estas tierras peninsulares.
De no haber sido por Segeda, las doce campanadas y las doce uvas nos las tomaríamos a las doce de la noche del…
14 de marzo.