La palabra folklore, que significa literalmente “conocimiento del pueblo” es de origen anglosajón. Con la palabra folklore expresamos el conjunto de costumbres y tradiciones pertenecientes a un determinado pueblo.
Al definir el significado de folklore, podemos decir que es la ciencia que estudia la cultura popular tradicional. Tradicional (que esté basado en la continuidad y permanencia a través del tiempo), Popular (que haya surgido dentro de la colectividad y haya sido aceptado por ella).
Por tanto, la cultura popular tradicional es aquella que nos trae a día de hoy culturas que fueron populares en otros momentos de la historia y que hoy han dejado de serlo, y por eso han pasado a ser tradicionales.
Si bien esto es cierto, no tiene sentido sucesos como los que ocurrieron a principios del año pasado en la Fiesta Mayor de la Mare de Déu de Gleva en los que la Guardia Civil prohibió, por indicación de la subdelegación del Gobierno en Barcelona, la actuación de las asociaciones Miquelets de Catalunya y Coordinadora de Trabucaires de Catalunya, y que consiste en la exhibición de disparos de pólvora hechos con trabucos, por no ser considerados un acto tradicional. Controversia que, ya había sucedido en otra ocasión en la población barcelonesa de Castellar del Riu en el año 2010. No es curioso que estos grupos hasta ahora sólo podían actuar en actos tradicionales. No es curioso que sea la Guardia Civil quién decida “qué es una fiesta tradicional y qué no”.
Es cierto que estamos hablando de una manifestación de cultura popular y tradicional que tiene un elemento distintivo, que es la utilización de armas de fuego antiguas o históricas. El hecho de que se utilice este tipo de armas hace necesario garantizar cierto control de seguridad para que estos grupos puedan desarrollar sus actividades con toda normalidad. Pero no es curioso que no exista una legislación vigente y unánime en las autonomías españolas sobre el reglamento de este tipo de armas históricas o de recreación. No va siendo hora de que se formule y reforme.
Actualmente, existen en Cataluña cerca de 40 grupos de trabucaires perfectamente consolidados y una docena de lo que se denominan Ball d’en Serrallonga en honor a un bandolero mítico catalán que fue ajusticiado en 1633. Mientras que otras grupos o colles como los gigantes y cabezudos, o los castellers son grupos folklóricos plenamente consolidados como elementos culturales y tradicionales. No es curioso que este grupo o colla festiva forme parte del catálogo del patrimonio festivo de Cataluña desde julio de 2011.
Gracias a Dios, el pasado año la delegación del Gobierno y la Coordinadora de Trabucaires de Cataluña acordaron en una reunión que estos grupos, que hasta ahora sólo podían actuar en actos tradicionales, puedan hacerlo también en fiestas populares.
En una época en el que la globalización es un hecho consumado, el Gobierno no debe andarse con tantas tonterías y tanta burocracia sino que está obligado por el bien de todos a mantener y fortalecer estas manifestaciones culturales, que nos hacen tan singulares como individuo y como pueblo.
Como cada año, la Coordinadora de Trabucaires de Cataluña realiza un Encuentro Nacional de Trabucaires. Este año ha sido el turno de Solsona que ha celebrado su 32º edición, coincidiendo con el 50º aniversario del grupo de Solsona, el más antiguo de Cataluña, y el certamen de elección de la ‘pubilla’ y el ‘hereu’ de la Cataluña central, que contó con la participación de unos cuarenta grupos, con 350 trabucaires.
El presidente de la coordinadora ha explicado que “el trabuco es una llamada a la fiesta, al encuentro y un recuerdo a la Cataluña rural”. El evento permite disfrutar de la cultura catalana. El próximo encuentro se realizará el año que viene por abril en una localidad aún por decidir, aunque yo me quedo con la que considero la mejor fiesta de trabucaires de Cataluña, mi querida Festa del Pi —Fiesta del Pino— en Centelles, de la cual os dejo unas fotografías.
[Galería no encontrada]