La contribución de las órdenes religiosas a la vida y la sociedad de la Europa medieval fue decisiva, no sólo en el mundo religioso sino también en los campos de la cultura, el arte, la ciencia y la economía. Cataluña no fue en modo alguna una excepción a esa premisa.
A partir del siglo XII se produce la conquista por la Corona de Aragón de la llamada «Catalunya Nova» (‘Cataluña Nueva’), resultado de la repoblación de las tierras de la antigua diócesis de Tarragona y la conquista a los árabes de las importantes taifas de Tortosa (1148) y Lérida (1149). Ese momento coincide con el esplendor de la orden monástica de los cistercienses, rama de la anterior formada en el monasterio borgoñón de Cîteaux (Cister en latín), que se extendió por toda Europa a partir de la figura decisiva de San Bernardo de Claraval. Los soberanos catalano-aragoneses confiaron a esos monjes la fundación de grandes centros dotados de abundantes terrenos agrícolas que dieron vida a la economía y demografía de los nuevos territorios.
La vitalidad y la importancia patrimonial de los monasterios cistercienses se reflejan en los conjuntos monumentales que son el objeto de la llamada «Ruta del Cister». Ruta formada por los Monasterios de Santes Creus, Poblet y Vallbona de les Monges, situados en tres comarcas vecinas del interior catalán —Alt Camp, Conca de Barberà y Urgell—, al límite de las tierras de Tarragona y de Lleida.
Estos tres monasterios conforman un triángulo único, especial, casi mágico, de imprescindible visita tanto para los amantes de la arquitectura como para los apasionados de la historia, pero también para los que deseen disfrutar de parajes magníficos o incluso para aquellos ávidos de buscar la paz interior y el recogimiento. Sin duda, una de las escapadas más completas que se puede hacer no sólo por las tierras de la Costa Daurada sino que nos atreveríamos a decir en el conjunto del país. Y es que en estos territorios se concentran gran parte de nuestras raíces, históricas y espirituales.
Mañana día 1: El monasterio de Poblet
Ahora sí que empezamos a pisar territorio 100% cisterciense. De los tres monasterios, vamos en primer lugar al, para muchos, considerado como el más destacado e importante, ya sea por su aspecto majestuoso, por sus dimensiones, por el número de reyes y reinas que en él descansan, o porque hoy, a diferencia de su hermano, el de Santes Creus, sigue residiendo aquí una comunidad de monjes. Nos estamos refiriendo, claro está, al Real Monasterio de Poblet, situado en la Conca de Barberá, en el término municipal de Vimbodí y Poblet y cerca de la Espluga de Francolí. La inmensa explanada (plaza de la Corona de Aragón) da paso a la imagen poderosísima del edificio, contundente con sus dos torres hexagonales en la parte central, más propias de un castillo que de un monasterio, y que flanquean la Puerta Real. Es en esta entrada donde iniciaremos la visita, y enseguida pasaremos al claustro, bellísimo con todos sus elementos que nos permiten llevar a cabo una clase de lujo y en vivo de historia del arte con las diferencias entre el románico y el gótico, y lugar de paso obligado hacia todas las dependencias que nos van maravillando.
Declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1991, en el monasterio nos cruzaremos casi seguro con algunos de los monjes que hacen vida. No los molestemos con fotografías o señalándolos y dejemos que sigan su camino silente, su ‘ora et labora’ de la Regla de San Benito. Hoy en día viven en Poblet unos treinta, y usan algunas de las dependencias que veremos “desde la barrera”, como el comedor y la sala capitular, mientras que otras quedan cerradas al público. Pero no os preocupéis por ello, porque la visita es intensa y conoceréis a fondo un monasterio histórico, comenzado a levantar a mediados del siglo XII cuando Ramón Berenguer IV acababa de conquistar estas tierras, que pasó por momentos muy delicados y de destrucción, pero que hoy se nos presenta lleno de luz. Como el retablo de alabastro de la iglesia, del siglo XVI, y, como no, las tumbas de los ocho reyes y las seis reinas de la Corona de Aragón, desde Alfonso II hasta Juan el Sin Fe (padre de Fernando el Católico ), pasando por Jaume I o Juan I. Subiendo un piso, el gigantesco dormitorio nos da idea de cómo fue de concurrido y de importante el Real Monasterio.
Tarde día 1: Montblanc medieval
Nos queda muy cerca de Poblet, a poco más de 10 minutos en coche, la capital de la comarca: Montblanc. Y sin duda vale mucho la pena hacer una visita, ya sea guiada o por cuenta propia. Las murallas bien conservadas y que rodean su núcleo antiguo son uno de sus puntos fuertes, pero no el único. Así que si os parece empezamos a andar, y lo hacemos en la plaza de Sant Francesc, donde encontramos, en una antigua iglesia, la oficina de información turística y donde podréis ver un audiovisual en 3D en el que se explica por qué Joan Amades vinculó la leyenda de Sant Jordi a esta villa.
Recorriendo la muralla de Sant Francesc ya nos hacemos a la idea de la potencia que debía tener Montblanc en la Edad Media, y enseguida llegamos a la torre-portal de Sant Jordi, ante el cual, dicen, el caballero luchó contra el feroz dragón. En el mismo portal, con una una excelente barandilla de hierro forjado delante en el que se distinguen la cabeza del dragón y el escudo y las armas del santo, se puede leer la conocida leyenda. Cruzamos la puerta y entramos, ahora sí, en las calles del antiguo trazado de la capital de la Conca de Barberà. Podemos ir, por ejemplo, por la calle de Poblet i Teixidó hasta que a mano izquierda tomamos la calle de Sant Iside y de Vilanova del Mercadal hasta llegar a la plaza Mayor. Los porches de Cal Malet marcan la fisonomía de este centro neurálgico, y los ojos también se van con facilidad hacia la Casa de la Villa o el Casal Desclergue. Al tomar la calle de Hortelans nos impacta una de las imágenes más bonitas de Montblanc, la que conforman las escaleras de esta calle con la Casa de los Josa (actualmente Museo) a un lado y, al fondo, despuntando, la iglesia de Santa María la Mayor. De hecho, por esta calle transcurre el Camino de Santiago de las tierras tarraconenses.
Llegados a la iglesia, una notable obra gótica, podemos leer que fue sede de las Cortes Generales de Catalunya del año 1333. Si deseáis seguir haciendo hermosas fotografías de la villa hacernos caso e iros por la calle que sube iglesia arriba, hasta llegar al Pla de Santa Bárbara. Del castillo que había aquí, presidiendo la villa amurallada, quedan pocas muestras visibles, pero la pequeña subida lo vale. Seguidamente podemos ir extramuros a través del portal llamado El Foradot, y seguir a mano derecha por el Baluarte de Santa Ana. Comprobaremos que pocas poblaciones quedan hoy con tantos tramos de muralla bien conservados, y llegados al Raval de Santa Anna nos podemos adentrar para conocer el antiguo Hospital de Santa Magdalena y llegar hasta el Pont Vell, de origen probablemente romano pero el que tenemos ahora tiene la estructura levantada en el siglo XII. Dejamos ya el puente y el río Francolí y volvemos sobre nuestros pasos de nuevo tocando la muralla y seguimos a mano izquierda para conocer la singular Torre de las Cinco Esquinas. Una vez vista volvemos atrás porque entramos entre las murallas de Montblanc a través del portal de San Antonio. Así podremos recorrer toda la calle Mayor, pero nos desviamos cuando llegamos a la calle de San José para conocer los principales edificios de la judería. Una vez retomemos los pasos sobre la calle Mayor aún veremos más construcciones destacables, como son la iglesia de San Miguel, con una torre de campanario sencilla y esbelta que parece que se esté torciendo, y, al lado, el palacio-fortaleza del Castlà. Estamos cerca de donde hemos empezado el recorrido.
Mañana día 2: Vallbona de les Monges
¡Ya estamos en el último día de la escapada y aún nos quedan por ver dos de los monasterios! Visitaremos uno por la mañana y otro por la tarde. Primero el de Vallbona de les Monges, en la comarca del Urgell. Es bastante diferente de los otros dos, a pesar de nacer en los mismos años y con los mismos objetivos. De entrada, porque se trata del único cenobio femenino cisterciense de la ruta y el más importante del país. Lleva habitado más de 850 años (sólo no lo estuvo durante la guerra civil). Y que sea austero no significa que no sea bello, se puede afirmar que tiene una belleza singular, destacando sobre todo los dos cimborrios góticos de ocho caras y la iglesia, de una sola nave muy alargada y de transición entre el románico y el gótico. En el templo reposan los restos de dos mujeres importantes: la reina Violante de Hungría, esposa de Jaime I, y su hija Sancha de Aragón. En cuanto al claustro, otra pequeña joya, tiene cada galería de un estilo diferente: árabe, románico y gótico. Eso sí, antes de ir a Vallbona aseguraros que se encuentra abierto, ya que su horario de visitas es más restringido que el de Poblet y el de Santes Creus. Lo podéis hacer llamando al teléfono 973 33 02 66.
Tarde día 2: Santes Creus
Hemos visto que tanto en Vallbona de les Monges como en Poblet siguen contando a día de hoy con una comunidad residente y activa de monjas en el primero y de monjes en el segundo. No es este el caso de Santes Creus, nuestra última parada, sin vida monacal desde el año 1835. El hecho de estar deshabitado, sin embargo, nos permite movernos libremente por todas las dependencias, y que por ejemplo algunos espacios se hayan museizado, como las dos salas que al entrar ya nos ofrecen un audiovisual espectacular que a través de la voz profunda del actor Joan Crosas nos transporta a los primeros tiempos del monasterio.
A la puerta de Santes Creus (comarca del Alt Camp) hemos llegado cruzando una plaza alargada, la de Sant Bernat Calbó, que tiene una fuente en el centro del siglo XVI dedicada al mismo santo. Las construcciones que hay son muy interesantes, y un abrigo de paz, y podemos curiosear en el Palacio del Abad para ver un pequeño claustro.
Ya dentro del monasterio, el claustro –precioso y con unos capiteles que vale la pena observar con detenimiento– sirve de distribuidor de las diferentes estancias: la sala capitular, la cocina, el comedor, la iglesia (con una parte de los vitrales originales del siglo XI, posiblemente los más antiguos que se conservan en todo el continente)… En Santes Creus podemos visitar un segundo claustro, anterior y más humilde, con un cementerio en el que hay una sola cruz. Y es que, a pesar de la grandeza de los edificios, la vida de los monjes siempre siguió la regla de la austeridad, y si no fuera por las permanencias que hacían los reyes habitualmente, seguro que algunos elementos, como los mencionados capiteles, serían mucho más sencillos.. Hablando de reyes, en esta iglesia están los cuerpos de Pedro II el Grande y de Jaime II el Justo. Al segundo le acompaña su esposa, Blanca de Anjou, y el primero tiene cerca los restos del almirante Roger de Llúria, por deseo expreso de éste. Unos sepulcros preciosos, como también lo es la sala del dormitorio, con sus 46 metros de largo y sus arcos de piedra diafragmáticos, que nos pueden recordar las Atarazanas o el Salón del Tinell de Barcelona.