Como cada año por Semana Santa, hay celebraciones para todos los gustos. Para quienes aprovechan la Semana Santa para vivir y disfrutar de sus convicciones religiosas, y también para los que desean deleitarse de un espectáculo lleno de color, música y sentimiento, marcado por un fuerte componente festivo.
Con la Semana Santa, llega una de las festividades más auténticas, emotivas y con más siglos de historia que se celebran en España. Las calles de la gran mayoría de ciudades y pueblos se convierten en escenarios de fervor y devoción religiosa, en los que se entremezclan el duelo y el recogimiento al recordar la muerte de Cristo, con el arte y la magia de las procesiones, desfiles solemnes en los que numerosas personas acompañan a las imágenes religiosas.
Toda España conmemora esos días la Pasión y Muerte de Cristo con cientos de desfiles procesionales que singularizan una particular forma de entender el Cristianismo y una excepcional manera de mostrar sus tesoros artísticos. Lo demuestran, por ejemplo, las numerosas imágenes religiosas de Jesucristo y la Virgen, iconos tallados con realismo y maestría por escultores como Juan de Juni o Pedro Berruguete. Estas obras excepcionales del arte religioso español salen a la calle para ser contempladas por miles de personas, que las admiran con devoción y respeto.
Pero la Semana Santa no es sólo una celebración religiosa. Es ante todo una manifestación cultural de la que pueden disfrutar tanto creyentes como no creyentes. Pero, ¿conoces su origen? «Las procesiones tienen un origen bíblico, pero los cristianos las heredarán muy tarde», asegura Manuel Amezcua, profesor de Historia de la Iglesia del Centro de Estudios Teológicos de Guadix. En España no tenemos testimonios de las primeras procesiones hasta el siglo III y IV –cuenta Amezcua–, ya que antes, además de perseguidos, los cristianos eran poquísimos. Durante mucho tiempo, las procesiones se celebraron dentro de los claustros y no empezaron a salir a la calle hasta los siglos X y XI, en una conquista del espacio urbano que se produjo de forma progresiva.
Aquellos como yo que alguna vez habéis ido a disfrutar de algún festejo durante la Semana Santa, sabréis que ésta se celebra prácticamente desde el inicio de esta religión para recordar los últimos días de Jesucristo y llevar ese mensaje al resto del mundo. Y que aunque las procesiones –entendidas como desfiles religiosos– se celebra en todas las religiones, las de España son diferentes y tienen su propio origen e historia.
En Cataluña, como en el resto de España; durante la Semana Santa tienen lugar numerosas muestras de religiosidad popular, destacando las procesiones y las representaciones de la Pasión. Considerados algunos de estos festejos de interés nacional, estos actos han experimentado un importante aumento de público en los últimos años.
Es bien conocido que la Semana Santa en Cataluña no se vive con tanta fuerza como en el sur de España. Nadie osaría hacer según qué tipo de comparaciones, pero si es cierto que en tierras catalanas, se celebra la Pasión de Cristo de otra forma mas singular y que no todo son procesiones cristianas. Además en todos sitios hay tradiciones bonitas de conocer, faltaría. Y yo, como buen catalán que soy, no me queda otra y me dedico a fotografiar las tradiciones donde yo vivo, aunque nunca he negado mi admiración por otras, y espero algún día poder ir a descubrir y de paso fotografiar, que es lo mío.
Así que para todos aquellos que la próxima Semana Santa quieran descubrir alguna celebración singular aquí en Cataluña, hoy estáis de suerte y os voy a recomendar dos de ellas que se celebran en la provincia de Gerona. La primera de ellas y no la más importante, es la Procesión de Verges y su famosa Danza de la Muerte que se celebra la noche del Jueves Santo.
En la Edad Media la peste negra asoló la población europea de tal manera que diezmó a aproximadamente un tercio de la población. Y las danzas de la muerte o danzas macabras son un género artístico que surge a finales del Medioevo como alegoría de la fugacidad de la vida en una época marcada por los continuos brotes de peste negra que convertían la muerte en algo cotidiano.
Verges es la única población de Europa que conserva viva una tipología de Danza de la Muerte, con reminiscencia de ritos ancestrales de culto a los difuntos. La Danza de la Muerte indica el paso del tiempo, el paso inexorable de un tiempo que lleva todos los hombres (ricos o pobres, nobles o campesinos) a la muerte, una muerte a la que la peste, las guerras y la mortalidad infantil ayudaron a adquirir una personalidad real entre los habitantes europeos de ese período, que casi sentían como respiraba a su lado.
En esta danza, cinco esqueletos saltan al sonido de un tambor, colocados en forma de cruz y con un séquito de cuatro personajes más, los cuales, con antorchas, iluminan el cuadro y aportan el aire tétrico que da sentido. El cuerpo principal de la Danza de la Muerte está formado por dos adultos (la Guadaña y la Bandera) y tres niños (dos Platillos, que llevan un plato con ceniza, y el Reloj, que señala un reloj sin brocas). La Muerte nos avisa que no perdona nadie (con la bandera), nos cobra la vida (con la guadaña) y nos recuerda que a cualquier hora (reloj sin brocas) acabaremos convirtiéndonos en ceniza (platillos).
La segunda recomendación es el Via Crucis Viviente de Sant Hilari Sacalm. Desde hace más de tres siglos, el Viernes Santo, en esta población se celebra su Via Crucis, una tradición procesal transmitida de padres a hijos, que se ha convertido en una manifestación popular que adapta, de forma singular, la dramatización de la pasión y muerte de Jesús, combinando la escenificación itinerante de determinados pasajes de la pasión, con elementos procesionales como los Armados o los Misterios.
Una de las figuras más representativas y populares del Vía Crucis son los Armados. Su trabajo es uno de los más espectaculares y más duros de la representación de cada noche del Viernes Santo. Siguen durante las 3 horas el ritmo de los tambores marcando el paso y conduciendo por las diferentes calles de la villa, con el sonido de las lanzas golpeando el suelo.
Este Vía Crucis Vivente comienza con la Toma de Jesús en el Huerto de Getsemaní, que forma parte de un itinerario que lleva a la plaza de la Iglesia, donde se representa el Juicio de Poncio Pilato y avanza lentamente, en medio del sonido de los timbales y las lanzas de los armados, haciendo un recorrido integrado por 14 escenas entre las que destacan—la Verónica, la primera, segunda y tercera caída de Jesús, y Jesús consuela a las mujeres de Jerusalem— y que se acaba en las afueras del pueblo, donde se representa una de las escenas más emotivas, la del Calvario, en un ambiente natural que cuenta de una gran iluminación y música que cautiva a todos los visitantes.