Los árboles en general siempre han sido símbolos del poder de la Naturaleza. En fechas como los solsticios adquieren una simbología todavía más sagrada al estar relacionados con la fecundidad de la Madre Tierra. Un claro ejemplo de ello es el árbol de Navidad. Sería un error pensar que la tradición del árbol de Navidad es una importación reciente, pues en diferentes pueblos de nuestro país algunos árboles tienen una importancia trascendental y sagrada desde tiempos remotos.
En muchas culturas, hay árboles que reciben veneración y son motivo de culto y fiesta. En la tradición celta, se reverencia al roble y la encina; en la griega y romana, al pino, el olivo, el ciprés y el laurel; en la germana, al tilo, la haya y el fresno; y en la eslava, al abedul. En la tradición cristiana muchas vírgenes han sido encontradas en la cepa o el ramaje de encinas, robles, olmos, pinos, olivos o almezos, de los que han recibido el nombre.
Según el mito, el árbol es cósmico y tiene un carácter sagrado: es el ‘axis mundi’, el eje del mundo, porque las raíces se hunden donde reposan los antepasados, el tronco se eleva hacia la divinidad y las ramas endoselan la tierra. El árbol apunta hacia seis direcciones: el infierno, el cielo y los cuatro puntos cardinales, que se cruzan en un punto, que es el centro del mundo.
El árbol en el calendario festivo
En Cataluña se continúan celebrando fiestas en torno al árbol. A lo largo del ciclo anual, el árbol preside diferentes rituales festivos. Así, en torno al solsticio de invierno tenemos el ‘tió’ de Navidad, que se ha visto invadido por el árbol de Navidad, de tradición nórdica y centroeuropea y que los Estados Unidos han contribuido a popularizar. Continúa con las ‘faies’ de Bagà y Sant Julià de Cerdanyola, la fiesta del Pino de Centelles y las ‘barraques’ de San Antonio.
En primavera, los ritos arbóreos se inician con la bendición de palmas. No obstante, la fiesta más relevante es la del ‘Arbre Maig’ de Cornellà del Terri. También son muy populares las de la Cruz de Mayo, que cristianizan el ‘Arbre’, o la de Corpus, con enramadas y alfombras florales. Con el solsticio de verano, las fallas y los ‘haros’ de fuego, incendian el Pirineo.
La fiesta del Pino de Centelles
La primera noticia escrita de la Fiesta del Pino se encuentra en el Libro de Administración de la parroquia de Santa Coloma de Centelles en el año 1751, donde también se describe en 1786 una fiesta prácticamente igual a la de hoy, y que tiene sus precedentes históricos en ritos precristianos vinculados al solsticio de invierno.
El día central de la fiesta es el 30 de diciembre, festividad de Santa Coloma. La ceremonia se basa principalmente en cortar un pino, el más bonito del bosque, y conducirlo a la Plaza Mayor en una carreta tirada por bueyes mientras los galejadors disparan sus tracas al cielo. Después se inicia una marcha hacia la Iglesia del pueblo donde lo meten dentro —a pulso— para colgarlo. Pero antes lo adornan con cinco ramilletes de manzanas y barquillos y lo izan del techo boca abajo frente a Santa Coloma. Según el historiador Xavier Fábregas, esta extraña posición del pino está relacionada con la unidad del Cosmos: “El árbol invertido es una imagen de la unidad del Cosmos que tiene su origen en los pueblos arios más arcaicos y que forma parte de los rituales de sociedades contemporáneas muy alejadas las unas de las otras y sin contactos aparentes”. Nosotros añadiremos que constituye el símbolo inequívoco de la máxima esotérica de que lo que es arriba es abajo que rige en muchas creencias y enseñanzas herméticas.
El árbol se deja cabeza abajo hasta el día 6 de enero, la Epifanía, cuando es descolgado. A continuación, empieza a ser despojado de astillas, ramas y pequeños trozos de madera que cada cual guardará en su casa todo el año como portadores de la buena suerte.
Este extraño y ancestral rito mágico, que empieza el 26 de diciembre, San Esteban (fiesta muy importante en Cataluña), y termina con la Epifanía, volverá a realizarse un año más tarde repitiéndose exactamente los mismos pasos. Se trata de uno de los escasos vestigios que nos quedan vivos de lo que antaño fue un culto generalizado a los grandes árboles en fechas como los solsticios de verano e invierno.
Tradición universal
Curiosamente, algunos cultos y ceremonias muy parecidos al del Pino de Centelles forma parte del folklore sagrado de pueblos tan distantes de Cataluña como algunas tribus aborígenes australianas o los lapones, que, además de ofrecer a sus divinidades un árbol vuelto al revés, sacrifican muy cerca de él un animal astado.