La palabra arriería se deriva del vocablo arría, que significa recua o conjunto de animales destinados al transporte de mercaderías; esta voz proviene a su vez, de la interjección ¡arre!, que se empleaba para avivar el paso de las bestias. Su etimología tendríamos que buscarla en la palabra arrear, cuyo significado es estimular a las bestias para que echen a andar o para que sigan caminando.
Antes de la aparición del automóvil los desplazamientos se hacían andando o con bestías de carga, burros y mulas. Un Arriero es una persona que trabaja transportando mercancías, usando bestias de carga como el caballo, el burro, la mula o el buey, un oficio que ha desaparecido en la actualidad.
Conviene recordar que este oficio era muy duro, porque hiciera frío o calor, lluvia o nieve, niebla o granizo, surcar esos caminos de Dios era todo un riesgo no exento de peligro, porque las rutas ni eran seguras y mucho menos cómodas. Washington Irving a mediados del siglo XIX los describía de esta forma: “Es asimismo muy pintoresco el tropiezo con una fila de arrieros en un puerto de la montaña. En primer lugar se oyen las campanillas de las mulas de delante, que rompen con su sencilla melodía la paz de las colinas; o quizás, la voz de un arriero que grita a alguna bestia perezosa o salida de la recua, o canta alguna balada tradicional con toda la fuerza de sus pulmones. Ves, en fin, las mulas en lentos zigzags a lo largo del escarpado desfiladero, o bajando muchas veces tajos profundos hasta que su silueta se perfile sobre el horizonte, o subiendo por las simas ásperas y profundas abiertas a sus pies”.
“Arrieros somos y en el camino nos encontraremos”, dice un dicho popular sobre este oficio perdido.
Los arrieros eran personajes del entorno rural que con sus mulas cargaban productos del campo y diversas mercancías para comercializarlas en otro lugar, establecieron rutas naturales y directas de ingreso hacia diversas poblaciones. Debido a esto la arriería fue un agente económico y social importante para el siglo XIX, que contribuyó colateralmente con otras actividades, como la construcción de los mesones y ventas, lugares donde pernoctaban los arrieros, quienes contaban ahí con un cuarto para descansar y un corral para dejar a sus bestias. Los arrieros formaron parte de los alojados habituales en las posadas, crearon costumbres peculiares propias de gentes de paso y desempeñaron casi siempre el papel de vendedores ambulantes, siendo elemento importante en la difusión y mezcla de influencias culturales.
Durante muchos siglos, los arrieros fueron fundamentales para la economía de muchos pueblos y ciudades. Sin embargo, hace apenas unas décadas, desaparecieron por completo, en un proceso paralelo a la invención del motor y de su uso en vehículos. Se fueron sin hacer ruido y, tal es así, que resulta francamente difícil encontrar testimonios de los últimos que ejercieron en esta tierra.
Las caballerías o bestias de carga y los carros
Las llamadas bestias de carga constituyeron uno de los pilares fundamentales de la vida cotidiana hasta la generalización de los vehículos a motor y el ferrocarril. No sólo resultaban indispensables en multitud de faenas agrícolas sino también a la hora de acarrear cargas y personas. La energía proporcionada por los animales, única disponible y de eficacia probada dadas las limitaciones técnicas y las dificultades orográficas, resultó vital para el transporte de alimentos y mercancias hasta bien avanzado el siglo XX.
En general, los équidos fueron los elegidos para la misión debido a su resistencia y velocidad. Aunque en ocasiones se emplearon caballos para este oficio, los grandes protagonistas fueron mulos (habitualmente llamados machos) y burros, particularmente en las zonas montañosas. Estos animales eran muy apreciados para el transporte, pues eran resistentes y resultaban más seguros en los terrenos abruptos, como las zonas salmantinas reseñadas.
Y es que, a pesar de la indudable importancia que tuvieron, los machos no estuvieron bien vistos por algunos sectores de la sociedad, llegándose a afirmar que eran la vergüenza y el “camello de España”. Pero, sin embargo, había quien estimaba su valor como hacían los arrieros, veamos, sino, lo que opinaba Ford (1845) al respecto: “La mula representa en España el mismo papel que el camello en Oriente y tiene su moral (junto a su acomodación al país) algo de común con el carácter de sus dueños: es voluntariosa y terca como ellos, tienen la misma resignación para la carga y sufre con el mismo estoicismo el trabajo, la fatiga y las privaciones. La mula se ha usado mucho en España y la demanda de ellas es grande”.
Y con los machos o mulas de carga iban también los carros que podían transportar entre 400 y 460 kg, pero tenían dos grandes inconvenientes con respecto a las caballerías: tenían menor velocidad y, lo que es más importante, no eran aptas para todo tipo de terrenos. La secular precariedad de España en todo lo referente a vías de comunicación, especialmente en zonas montañosas o abruptas, representaba una barrera infranqueable para carros, carretas y otros vehículos de ruedas con tracción animal. Ni siquiera los caminos más transitados eran objeto de unos mínimos cuidados, por más necesarios que pudieran parecer.
Els Tres Tombs
Hoy en día, en Cataluña, los arrieros son apenas un recuerdo, un oficio perdido, del pasado, y únicamente participan en las fiestas de los Tres Tombs, en honor de San Antonio Abad, patrón de los arrieros. Ese día, todos aquellos que tienen ganado de tiro o montura, engalanan artísticamente sus carruajes tirados por majestuosas caballerías y los pasean por las céntricas calles de la población, dando tres vueltas o pasadas alrededor del santo, la iglesia o la hoguera, con el objetivo de ser bendecidos.
De entre las fiestas de los Tres Tombs más importantes de Cataluña destacan las que se hacen en Vilanova y la Geltrú, Valls, Igualada, Balsareny y Falset (conocida con el nombre de Encamisada).