¡Señoras y señores, bienvenidos a Taboo! La Sala Apolo nos volvió a deleitar con una sesión del mejor burlesque de Barcelona. ¡Y qué mejor forma para empezar las fiesta navideñas que una entrega de Taboo! Hacía unos cuantos meses, desde principios de verano que estábamos esperando una nueva cita con Taboo, y por fin ha llegado. ¡Chicos, no nos olvidéis, que os echamos de menos! Porque desde que Taboo
pasó a ser trimestral se le ha echado de menos, sobre todo, a los fans y adeptos que estábamos acostumbrados a no perdernos ninguna sesión de este magnífico espectáculo.
Y si alguien todavía no ha venido porque eso de ver chicas que se desnudan le parece vulgar y ordinario, no debería perdérselo y venir al próximo Taboo para entender de qué va la cosa.
Para aquellos que no hayáis estado nunca decir que Taboo cuenta con una estructura muy sólida que nos recuerda el espíritu del burlesque tal y como fue definido en los años 40 y 50: bailes sensuales intercalados con números circenses (contorsionismo, faquirismo, incluso un tragador de sables), actuaciones musicales y humor, mucho humor que no deja a nadie indiferente.
A partir de ahí, la velada se desarrolla con suma normalidad. El show cuenta con Itzíar Castro como Madame Taboo —¿qué sería del Taboo sin su querida Madame Taboo?— la maestra de ceremonias que da paso a cada número con su humor picante; y cuenta también con una banda residente, Los Mambo Jambo, un cuarteto de rock de alto voltaje, además de varios DJ’s expertos en música de ambiente. Las partes que varían son las de las bailarinas y los números más circenses. Estos elementos, junto a una buena puesta en escena, es lo que les ha conferido un estilo propio, todo un referente en Europa.
Taboo es, sin duda, un homenaje al cabaret y al music-hall picante y sensual, descendiente del vodevil. Me diréis, ¿por qué? Pues, porque su diseño de luces tiende a adoptar los tonos rojizos e íntimos del cabaret, su decoración y la disposición de pequeñas mesas alrededor del escenario son igualmente guiños al mundo cabaretero, sin hablar por supuesto de la excelente banda musical, los Mambo Jambo —un claro homenaje a las viejas bandas de club— cuyo repertorio siempre es garantía de éxito. La respuesta del público es bestial cuando aparece el grupo liderado por Dani Nel.lo. Los pies no engañan, la música es una metralleta de Rhythm’n’Blues, Swing y Rock’n’Roll. Que no pare el espectáculo. Y luego están las chicas. ¡Ay las vedettes! En fin, toda una locura.
Pero Taboo es esto y mucho más, señoras y señores. Durante las dos horas que dura el espectáculo, Taboo nos teletransporta a otra época donde uno no para de disfrutar, no hay respiro, y acompañados de la música. el erotismo del burlesque toma el protagonismo.
A aquellos que crean que el burlesque es un espectáculo —estriptís— donde las chicas se quitan la ropa, les diré que están equivocados. El burlesque trata de interpretar un momento sensual, es mucho más que desnudarse y las artistas nunca se quedan desnudas del todo. El burlesque es una actuación en la que la mujer usa todas sus armas para cautivar al público. «No es lo que enseñas, sino cómo lo enseñas» Hay mujeres que no harían estriptís y que, en cambio, hacen burlesque porque se trata de un juego de seducción y de humor en que las artistas, además de desnudarse, bailan, hacen girar el hula hoop o hacen de faquires. Utilizan mucha dramaturgia y los números están muy pensados y trabajados, tanto en cuanto a la coreografía como en el vestuario y la música. Es un arte muy completo y muy desconocido aquí en nuestra casa, porque nuestra cultura de espectáculo de variedades es más europea —influidas por el Moulin Rouge de París— que americana.
En el Taboo se baja la luz, se acomoda al público en sus asientos y la música, la lencería, los corsés, los ligueros y las plumas se apoderan de un público entusiasta, dejándole sin aire y llevándole a la locura más placentera, gritando y aplaudiendo, boquiabierto, pidiendo por más.
Porque en el Taboo solo hay “de lo bueno, lo mejor”.